La vida últimamente

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Que per somriure fent-nos vells,
la vida és suficient.

–Manel (Deixa-la, Toni, deixa-la)

Me pasa algo extraño cuando empieza el año, como si sus tres primeros meses no formaran parte de él y sólo fuesen la preparación para los nueve siguientes. Aunque quede muy bonito eso de que «el tiempo no existe» y que «los meses y los años son algo arbitrario que nos hemos inventado», la realidad es que el mundo funciona en base a ellos y nosotros, en nuestro papel de último figurante, no podemos hacer otra cosa que seguir ese juego, queramos o no. Si el tiempo fuese de verdad algo arbitrario, uno podría decidir que el primer día de la semana fuera el jueves o que el primero del año fuese el 4 de junio o el 12 de noviembre –el año que quisiera, claro, de 2022 podría haber pasado directamente a 2024 o al 3146, porque, en realidad, es algo que nos hemos inventado, ¿no?–. Alguien podría decir que su febrero tiene 45 días y marzo apenas dos semanas –si quisiera mantener marzo como el mes siguiente a febrero, que bien podría serlo agosto o diciembre–.

Aunque en sociedad no podamos jugar con el tiempo preestablecido a nuestro antojo, en nuestra mente las reglas las ponemos nosotros y ahí no hay debate posible. En mi caso, enero, febrero y marzo han sido el prólogo del año que se estrenó –como todos los años– el día que el invierno dio paso a la primavera y se formalizó el día que se cambió la hora al horario de verano. Si alguien sigue el mismo patrón anual que yo: feliz año nuevo, ahora de verdad.

IMG_1700 (Valencia, martes 28 de marzo de 2023, 17:24)

Lo peor del tiempo, independientemente de cómo lo clasifiques, es que no se para nunca. Se acaba un día y empieza otro, sin pausa, como si tuviese activado un crossfade infinito y los programadores del universo se hubiesen olvidado de crear la opción de desactivarlo. Con las semanas y los meses pasa lo mismo, del 31 del mes actual vamos directamente al día 1 del siguiente, que ya no es el mes siguiente, sino que vuelve a ser el mes actual. ¿Cómo no vamos a «vivir el presente» si es lo único que podemos vivir? Dejad que nos quedemos un poco en el pasado, que no nos habéis dado tiempo ni a asimilarlo. Sería justo contar con un tiempo de cortesía entre el fin de un tiempo y el comienzo de otro, un descanso, una cuenta atrás, que se muestren unas estadísticas como en los videojuegos antes de pasar al siguiente nivel, yo qué sé. Poner la vida en stand by, algo.

Hay quien dice que esa pausa la consigues cuando duermes, como si fueses consciente en algún momento de que estás durmiendo. El que dice «a mí me gusta dormir» lo que está diciendo es que le gusta saber que se va a dormir, lo otro es un coma, y no creo que nadie haya dicho nunca «Me encanta estar en coma». Y aun así, el sueño no es ninguna pausa, no si te vas a dormir pensando en lo que tendrás que hacer mañana. Que esa es otra, si algo me alegra es que hayamos decidido de forma conjunta que «mañana» es cuando abras los ojos, no cuando el reloj marque las 0:00, ahí si tiene un vacío legal ese tiempo arbitrario que nos hemos inventado. Nadie dice «Hoy tengo que hacer x» a la 1:37 de la mañana, aunque en realidad ya sea «hoy» cuando tienes que hacerlo. No, «mañana» es un término cambiante y de significado flexible: hay para quien empieza a las tres de la madrugada y para quien no lo es hasta las dos del mediodía.

Te das cuenta de que has crecido en el momento en que te pones a pensar en el tiempo, cuando antes sólo te dedicabas a vivirlo. Nos encanta el tiempo a los seres humanos, el mayor uso que le damos a la tecnología es para documentarlo, almacenarlo y compartirlo. De todos mis amigos creo que soy el que menos fotos tiene en la galería del móvil, y a veces pienso que cinco mil ya son demasiadas. Es muy de humanos del capitalismo tardío que todas las vidas del mundo estén guardadas en ordenadores, entre servidores de iCloud o de Google Fotos.
Los blogs ya no existen porque ahora la vida se muestra, no se cuenta. Instagram ya no es la red social que era cuando se creó, sino que se ha convertido de forma paulatina en el diario personal, compartido y sin contexto en el que la gente enseña su vida últimamente.

IMG_0848 (Madrid, domingo 5 de febrero de 2023, 13:25)

Supongo que nos gusta documentar nuestra vida desde la mundanidad y lo cotidiano porque nos hace conscientes de que estamos vivos; que no dejamos de ser seres humanos diminutos en una enorme bola que gira y se mueve a través del frío vacío del espacio mientras hacemos lo único que podemos por naturaleza: vivir. Y que vivir es más que lo que haces entre viaje y viaje. Que vivir es, en realidad, el resto de cosas. Vivir es el plato en un restaurante, las ventanas de un edificio que reflejan la luz del atardecer, la letra de una canción, las espaldas de tus amigos, una frase subrayada de un libro, el puesto de flores que te has encontrado por la calle o una simple silla bonita; entradas de cine, el cuadro que has visto en un museo, la frase escrita en permanente en el baño de un bar. Todo eso es vivir.
Que nadie os venda la moto de que no tiene sentido hacerle una foto a las tazas de corazón del Tiger, que lo suyo sería comprar la taza; recordadles que Magritte dijo que una pipa no lo era y ahora está expuesta en un museo.

IMG_1532 (Valencia, martes 21 de marzo de 2023, 11:48)

Se dice que el presente es consecuencia del pasado, aunque en realidad sea al revés, el pasado es la consecuencia del presente, porque el primero exige necesariamente de la existencia previa del segundo; nada puede haber sido si no fue anteriormente.
La memoria (Del lat. memoria. 1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado) es uno de los temas en los que más hincapié ha puesto el arte en toda su historia, porque es uno de los grandes misterios de la humanidad que exista un mecanismo que permita volver a ver algo que ya no existe y que, poco a poco, aparecerá cada vez más difuminado; por eso llevamos más de cuarenta mil años intentando conservarla. Josep Piera lo explicó muy bien en Seduccions de Marràqueix cuando dijo que «El pasado sólo vive en formas de arte. Hay lugares donde no se puede volver nunca más, ni hace falta». El ser humano se ha dedicado él solito a cumplir con eso.

Hiroshima, mon amour, una de las mejores películas de la historia del cine, gira, durante sus 92 minutos de metraje, alrededor de este mismo tema: desde el «He luchado con todas mis fuerzas para no olvidar, pero olvido» al «He luchado cada día con todas mis fuerzas contra el horror de no recordar la razón de recordar»; José Alfredo Jiménez escribió (y Chavela Vargas cantó después) una de las canciones más bonitas del mundo cuando se dio cuenta de que no podría apagar nunca las luces que alguien le había dejado encendidas; el último poemario de Luis García Montero es un recuerdo eterno de apenas 80 páginas sobre el momento más triste de su vida; la pintura y la escultura, en general, son, en su expresión más reducida, recuerdos de algo que fue y que alguien sintió la necesidad de preservar para siempre: las primeras fotografías se hicieron con óleo, bronce y piedra. Cualquiera de las manifestaciones de ese pasado fueron «la vida últimamente» de quien en su momento las hizo. Se podría argumentar si las Pinturas negras de Goya son el primer photo dump del que se tiene constancia.

«La vida últimamente» es ese descanso entre un tiempo y otro, por muy continuo e inseparable que sea un segundo del siguiente; aunque la vida sea siempre últimamente y pararse a recordarla no detenga el avance de la misma. Tenemos derecho a no seguir a todas horas el ritmo que lleva y a quedarnos en un momento concreto que nos gustó de ella, a recrearnos en esos períodos efímeros a los que estamos condenados a volver sin posibilidad alguna de estar, de nuevo, allí presentes.
Gracias a eso me acuerdo de que el 5 de febrero a las 13:25 estaba en el Rastro de Madrid con Carlota, que el 22 a las 17:48 grabé con Ale y Aitana el primer episodio del podcast, que el 13 de marzo a las 19:15 el cielo estaba bonito, que el 19 vi con mis abuelos la quema de las Fallas, que el 21 fui a una exposición con Anna y César, y que el 25 me di cuenta de que la Filmoteca había cambiado de logo. Y dentro de un tiempo veré la foto que hice mientras escribía esto y me acordaré de este ratito en el que le di pause al presente por primera vez en tres meses.

IMG_1714 (Valencia, miércoles 29 de marzo de 2023, 12:36)

Le contaba a Lara hace poco que, de pequeño, no me creía las series que veía porque a los personajes les pasaban cosas todos los días y, la vida, en realidad, no era así. A día de hoy tampoco me las creo, porque no les pasan cosas cada diez minutos. La vida es siempre últimamente, aunque últimamente se haya vuelto más compleja y exigente. O puede que ahora, simplemente, seamos más conscientes de ella. Ale me dijo que le da miedo crecer y hacerse mayor, a mí me da miedo hacerlo sin acordarme de cómo llegué hasta ahí.

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